Autora: Elvira González.
Mientras su destino era el consultorio médico una veladora era encendida elevando plegarias en su nombre, Flora su leal colaboradora a quien ayudó cambiando su vida. Aquel sobre con resultados de las pruebas del laboratorio se percibía tan pesado como si en el interior alojara piedras en vez de gráficas. Quizás había tomado una sabia decisión al no conocer una de esas descripciones que solo los médicos saben descifrar. Disfrutó su luna de miel al lado de la mujer con quien deseaba envejecer, vivieron momentos que atesoraría por siempre, cerraba los ojos recordando. Al llegar al consultorio respiró profundo y entró, la enfermera le saluda, pide que se siente, rodillas algo separadas, codos sobre los muslos y puños entre la barba y boca. Esa mirada que solía cautivar parecía perderse con las juntas de las losetas de aquel piso en tono beige, lo cual le recordó la arena de la playa. Las palabras de su amada quien le hizo saber al estar con él cualquier en cualquier lugar se trasformaba, ella endulzaba cada momento. Hasta cuando se enojaba esa forma de fruncir el ceño, pues además al tiempo lo hacía con los labios lo cual le causaba algo de gracia, pues parecía quere un beso. Claro que había entendido que no debía decirle eso, le observaba lo activa que se ponía y minutos después negociaba con él y entonces sus bocas se encontraban.
Pensar en Annelise logró distraer su mente y sintió como la calma le traspasaba la piel, no sabía qué podría pasar, pero tener su amor había cambiado su vida. De repente, la enfermera se acercó a Antoine y en forma respetuosa tocó su hombro, él volteó no alcanzó a escuchar que el doctor lo estaba esperando. Suspiró profundo, agradeció y se levantó el sobre se encontraba en el suelo, simplemente se resbaló de su regazo sin quese percatara. Parecía tener cierta fobia a aquel envoltorio, como si fuese algo contagioso, tal vez deseaba no haber recibido resultados.
El doctor con su bata blanca, pijama quirúrjica color azul marino debajo, gafas ligeras, barba y pelo con más canas que Antoine, aunque eran de la misma edad. Colgado del cuello el estetoscopio, un apretón de manos y le invitó a pasar entonces se sentó justo frente al escritorio de sólida madera. El ambiente fresco, una maceta grande justo al lado de la ventana abierta, el sol iluminaba las hojas largas de aquel hermoso ejemplar. Otra planta que paecía tener corazones verdes el el mueble de atrás, una fotografía de una marina de tonos turquesa con marco proporcionado era protagonista de la pared. Parecia la playa de su luna de miel, pensó que debía preguntar no resistía la curiosidad y mientras lo hacía el gentil médico estiraba la mano solicitando le hiciera entrega del sobre. Antoine lo puso en la mano del cirujano como si con eso se liberara de su contenido, acomodó el armazón de los lentes antes de bajar la mirada para leer. Comentó que él y su esposa se habían hospedado en el mismo hotel que ellos, una experiencia en verdad inolvidable, aquel lugar parecía tener un toque de magia.
El silencio se hizo presente aunque ya había visto parte de los estudios practicados a Antoine neceitaba corroborar aquel dato que fue enviado al paciente. Entre el personal del laboratorio había varias personas a quienes el pintor ayudó de alguna manera y al ver para quien era aquel estudio no dudaron en tratar de apoyar. James tras pasar la mano derecha por su barba respiró profundo, mirando a los ojos a su paciente le hizo saber que tenía un tumor en el estómago. Existía una alta probabilidad de tener éxito en la cirugía se podría extirpar, pero había que analizar aquello. Sabía que podría ser cáncer, trató de brindar esperanza a Antoine, pero en su larga trayectoria y tantos pacientes con esa terrible enfermedad, elevaría plegarias.
Acordó con Antoine que debía explicar a Annelise las cosas tal y como eran, sin ocultar nada, pues después podría ser peor. Estaban a tiempo de programar la cirugía, la cual debía ser antes d que la semana terminara. Antoine se llevó las manos a la cara y rompió en llanto, entonces James se sentó a su lado y le abrazó. Se conocían tiempo atrás, él atendió a la primera esposa de su paciente, apenas llegara a su casa hablaría con Annelise y después pediría ayuda a la abuela Anne y Emiliano. El doctor solicitó una infusión de manzanilla a la enfermera, las gotas saladas dejaban de fluir como aguacero pero aún así no le dejaría salir. Era importante que se tranquilizara lo más posible, una palmada en la espalda para recordar por todas las cosas que había pasado y de las cuales salió adelante. Antoine era un hombre muy apreciado en aquel pueblo.
Cuando el paciente se tranquilizó un poco, su médico le solicitó confirmara con él si acaso en un par de días ya podría internarse,para realizar el proceso preoperatorio. Y programar la cirugía en tres días, se despidieron y salió del consultorio. El gentil chófer esperaba afuera, solicitó que le llevara al vivero quería llevar un ramo a su amada.
Annelise había pasado tiempo dentro de esa cocina que tantos recuerdos le traía, preparó una deliciosa sopa de pasta rellena de queso. Al caldo de pollo le añadió zanahorias, cebolla, ajo, papas, calabazín, algo de hierbas frescas. Esas piezas de pollo las prepararía al horno con los vegetales, barnizados con una mezcla de mantequilla, aceite de oliva, vinagre balsámico y especias. A lo cual al final añadiría algo de pan molido y queso parmesano para que formara una crujiente costra. Rebanas de pan con tomate, toque de ajo y más aceite de oliva, agua de limón con rodajas y como algo especial algunas flores de lavanda. Lo cual lo hacía mas estético y brindaba un sutil sabor, a ambos les gustaba la infusión de aquella maravillosa flor. Un mousse de mango sería el cierre perfecto para celebrar el amor con su esposo. Flora estuvo con la joven señora a quien disfrutaba ver tan emocionada por preparar alimentos con tanto amor.
Un mantel blanco en la mesa del jardín en el centro un camino de limones con velas intercaladas con flores de lavanda, tan solo era una comida entre marido y mujer. Lo que no tenía idea era que tal vez el segundo postre sería algo con sabor muy amargo…
El tiempo presente de Annelise…
Si bien al desearse buenas noches sin pensar se abrazaron, sus bocas cerca quedaron y por esa dos ágiles mentes varias cosas pasaron. No se besaron, quizás acostados cada quien en diferente lugar, (Annelise en su cama y Daniel en el cómodo sofá) imaginaban como sería ese roce de labios. La primera danza de lenguas, esas manos recorriendo los voluptuosos atributos y esos varoniles pectorales. Esos dedos inquietos de él subiendo la falda para explorar la cálida humedad entre sus muslos. Esas femeninas manos esculpiendo la virilidad del gentil caballero que después de tanto tiempo le estaba inquietando como nadie lo había conseguido. Annelise deseaba que Daniel fuese a ver si algo se le ofrecía y entonces por fin la besara, esos labios de él tan apetecibles. Por otra parte Daniel durmiedo en el apartamento de la mujer de quien estaba enamorado desde meses atrás pero sin poder confesarle su amor. Aún no entendía cómo logró contenerse, ambos se abrazaron por lo visto la atracción era mutua.
Aproximadamente tres horas después, un grito femenino se escucha y Daniel despierta enciende la lámpara de mesa y va sin dudar rumbo a la habitación de Annelise. Quien bañada en sudor, encima de las sábanas con el cabello suelto, los cintas del pequeño camisón descubriendo los hombros y parte de los enormes atributos. Se encontraba sentada con la´grimas en los ojos, él preguntó si se encontrba bien, ella le menciona una terrible pesadilla. Annelise se disculpa por haber interrumpido su sueño, en ese momento se sintió como una nia pequeña. Daniel estaba en cuclillas junto a ella quien le pide que se siente en la cama, mientras se sentaba él propone que le cuente el sueño de esa forma quizás se sieta mejor. Annelise comienza a narrar esa horrible y abstracta creación de su mente, se trataba de su fallecido padre, le extrañaba mucho.
Sus ojos de nuevo se nublaron on el brotar del agua salada, con ese sentimiento que viene desde dentro. Daniel conmovido no se contiene y la abraza, le dolía ver triste a su amada dice en voz alta sin pensar, Annelise se suelta de sus brazos y le mira muy cerca. Apoya la frente en la de él rozando ligeramente su nariz, tan cerca que percibían cada uno el aliento del otro, estaba sintiendo una atracción muy fuerte casi inexpicable. Daniel respira un poco más agitado, el aroma de su perfume acarició su olfato, bajando sin querer la vista sus voluptuosos atributos y esos muslos firmes descubiertos. Deseaba comerle desde la boca, cuello, bondades para sumergirse entre sus piernas hasta hecer que se estremeciera, era un hombre muy ardiente. Claro que ella también, parecía que ese anhelo que tenía se pdría cumplir, Annelise se percata que el pantalón del pijama del guapo Daniel podría romperse. Algo que le hacía sentir muy halagada, una tentación para su femeninas y hábiles manos, descubrir que él…
Sentada sobre un cojín, descalza, con una taza de tisana para la mente sana frutos del bosque, jengibre y naranja. Una a una las velas encendidas bañadas de buenas intenciones por la paz, la salud, amor, bienestar, prosperidad y abundancia para todo el mundo, además de la gratitud por las bendiciones recibidas. El ambiente huele a bizcocho de vainilla con arándanos esponjoso, sobre la mesa hay cuatro grandes y también empanadas de atún con esalada verde, servicio de té y café, agua mineral. Frente a la ventana grande está el cómodo sofá la forma en la cual el sol cerca del atardecer se refleja es asombrosa, me parece algo muy relajante y cálido. Mientras escucho a Timothy Bloom -Til The End Of Time- Edited ft. V impresionantes voces. Agradeciendo tu grata visita al blog.
Respira hondo. Inhala con pasión y exhala con amor…
Fotografías de Elvira González.
Derechos reservados conforme a la ley/ Copyright
Continuará…
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