Por: Elvira González.
Entre buenos filetes, papas, aros de cebolla, rebanadas de piña, cervezas, la verdad brotaba por la boca y la morena de rulos entraba por la puerta… El contador se sentía cómodo con la presencia del arquitecto, le parecía un buen hombre, se escuchaban comentarios positivos sobre él.
Sospechaba que esa noche que cenó con la morena algo había sucedido entre ellos, su actual prometida era muy provocativa. No quería saber detalles, pero como había aceptado su propuesta de matrimonio y ahora se comportaba más atrevida con él en la intimidad. Pensaba que lo ocurrido, solamente fue de una noche, como su despedida de soltera. La boda sería pronto, lo invitaría a él y a la bibliotecaria. Alcanzó a contarle que la abuela de su querida futura esposa, tenía una gran colección de monedas antiguas, raras, (una de ellas era buscada por un museo). Las cuales había enterrado en… (En ese momento abre la puerta la novia del brillante contador) Silencio incómodo. Jugando con un rizo de su castaño cabello, la blusa con un hombro descubierto, una falda larga con abertura y botines. Se acercó a saludar, sentada junto a su bronceado y cariñoso hombre. Aunque dijo haber comido una ensalada, quiso probar, adoraba cuando su bronceado moreno cocinaba. Él le daba trozo de piña y costilla en la boca, ella le pone la mano en la rodilla, se refiere al arquitecto, preguntando su opinión sobre el apartamento. Sorprendido y aliviado, comenzó a elogiar el espacio, mencionaba detalles de la arquitectura, el ambiente se relajó. Sin embargo, necesitaba hacer que ella hablara del secreto escondido en su jardín, para sacarlo de ahí.
Entonces sugiere forrar un muro delgado con monedas y otro con pequeñas piezas de madera, en medio de ambos uno de cascada. Apenas lo dijo, la idea les encantó. Ella menciona que tenía muchas monedas que eran de una colección de su abuela. El bronceado prometido le abraza, al oído le murmura algo, ella le mira asintiendo. Voltea decidida a preguntarle finalmente si podría escarbar un poco en su patio trasero ellos arreglarían cualquier desperfecto. Acepta el trato, prefería su terreno libre de objetos escondidos. Le daba la impresión que él la había persuadido, como si a cambio le entregara un premio. Eso no le afectaba.
El arquitecto recibió una llamada, la dueña de la cafetería tenía una emergencia, solicitaba ayuda. Se despidió agradeciendo, va en la moto. Cuando llega a la cafetería, estaban en un gran charco de agua, trabajaban en la cocina preparando dulces de arroz, chocolate, café. Además de galletas, bizcochos, a tope de trabajo, cuando falló la llave del agua, al intentar arreglar el problema resultó peor. Acabó con la ropa mojada, varios obsequios, además de la invitación a una fiesta por aniversario de la cafetería le esperaban con su novia.
Al llegar comenzó a sentirse refriado, se metió a la ducha, esperaba que eso le ayudara, era raro que se enfermara. Habló con su amada novia bibliotecaria, quien iría a verle más tarde, con el pijama puesto, se acostó en la cama, profundamente dormido. Entra por la puerta trasera, va a ver a su amado arquitecto, preparó un caldo con jengibre, cúrcuma, pimienta negra, verduras, pollo y arroz. Cuando quedó listo agregó el jugo de un limón. colocó en una bandeja se lo llevó. Sentada junto a él le tocaba la frente, algo de temperatura tenía. Despertó, se incorporó, sintiendo como le ayudaba la deliciosa sopa, tomó la mano de su querida, se acurrucó, abrazándole. Ella encima de las cobijas, unas tres horas después, abrió los ojos, recuperado del malestar.
Comenzó por acariciar el rostro, el cabello, la ternura que le había demostrado resultó ser la mejor medicina, tan solo un resfriado. Demostró que le interesaba cuidar de él, con las yemas de los dedos rozaba la piel de su brazo, ella abrió los ojos, se miraron. Preguntó cómo se sentía al tiempo que acariciaba la barba, él respondió con un beso suave en los labios. Ella le abrió la camisa, recorría con sus labios los pectorales. Abrió la blusa, bajando el encaje las palmas de las manos movían en círculos, acercó sus labios provocando esa sensación irresistible. Sin la prenda superior ambos se abrazaron piel con piel, sus corazones latiendo. Manos inquietas, pantalón y falda volaron, ella de rodillas sobre la cama lo colmaba de demostraciones afectivas muy estimulantes. Disfrutaba con intensidad, frotándole como quien pide un deseo, hasta que ella se lo concedió, esa desnudez, agitando las caderas. Los dos le cantaban al amor, giros cambiando postura, para fusionarse acostados lateralmente, él la rodeaba por detrás, anclado a sus bondades. Se durmieron profundo.
Esa noche su encuentro diferente, ella fue a cuidar un resfriado, inevitable esa demostración de amor y pasión. Al despertar muy temprano, prepararían juntos el desayuno, mantequilla bailando en la sartén, jugo de naranja, tortitas con vainilla, volaban. Miel deslizándose sobre ese dorado perfecto, café aromático, un poco de leche, conversando sobre la colección de monedas escondida en su jardín. Sonaba misterioso enterrar una caja con piezas metálicas, quizás alguna era de dudosa procedencia. Sorprendida de que le pidiera permiso para excavar en el jardín, finalmente eso la alejaría de estar rondando a media noche por ahí.
La bibliotecaria estaba decidida a abrir la puerta en el pasadizo, era fin de semana, ella quería hacerlo el domingo que no abría la librería . Durante el día para tener más luz, el arquitecto sentía mucha curiosidad, recordaban aquella noche vistiendo solamente las gabardinas, de pie entre los libreros se entregaron a profundidad esa ardiente pasión.
Se organizaron, en pleno día fueron, vistiendo mezclilla camisetas, llevaban herramienta, pues no había llave alguna. Una puerta de madera gruesa de doble batiente, tenía grabadas unas iniciales, aparecieron al quitar unas telarañas. Trataban de no lastimar la pieza, haciendo palanca, aceite en la cerradura, intentaron todo,hasta que de pronto, simplemente cedió. Telarañas quitaron a su paso, era una habitación, sábanas viejas cubrían el mobiliario, descubrieron un biombo con espejos. Resultó que estaba frente a una cama, la cual tenía viejas cintas atadas a los barrotes de la cabecera, lámparas, una mesa con velas sobre una tabla de mármol. Algunas botellas de vino cubiertas de polvo, copas, una vajilla en unas repisas, rastros de pétalos sobre la cama. Algunos libros prohibidos.
Un ropero con prendas en el interior cubiertas con fundas de tela gruesa, un diván, una mesa redonda con dos sillas, una bañera. Parecía un lugar designado para encuentros…
Sentada sobre la pelota de hacer ejercicio, descalza con una taza de capuchino espumoso. Velas encendidas a favor de la paz, salud, armonía, por un mundo mejor. Cómodo sofá frente a la barra de la cocina, sobre la que hay bocadillos, galletas dulces, pequeños pasteles, café o infusión. Mientras escucho Cocoon – Lola Marsh – I Got You – una linda canción. Agradezco tu gentil presencia al blog.
Respira hondo. Inhala amor y exhala pasión…














Fotografías de Elvira González.
Derechos reservados conforme a la ley/ Copyright
Continuará…
Deja una respuesta