Por: Elvira González.
Con el letrero de «cerrado», ropa cómoda, una soda en mano, recargada tras el mostrador concentrada en las facturas. Su atractivo ex-novio tocó el cristal, ella le miró, no entendía que hacía ahí pero era contador, podría ayudarle a arreglar las cuentas. Le abrió, la saludó cariñoso mientras sus ojos se percataban lo bien la camiseta de tirantes evidenciaban la ausencia del encaje. Su cabellera ondulada alborotada, la soda en la mano, la falda amarrada de lado, sin zapatos, la conocía bien estaba tensa.
Preguntó si podría ayudarle, ella asintió le quitó el lápiz de la boca para meterlo a la suya, eso siempre le pareció sexy a la guapa morena. Él estaba mejor que nunca, piel tostada, alto, buen cuerpo, olía a loción, se había cortado el pelo, sin bigote, esos labios carnosos. Muy cerca de ella acomodó los papeles y rápidamente encontró la falla, hizo anotaciones. Ella se frotaba el cuello, le dio una soda, sentada sobre el mueble, él de pie en frente comenzó a estirar sus músculos. Comenzaba a sentir alivio, entonces se puso detrás de su hermosa ex, metió los dedos entre los rizos. Continuó con la nuca, los hombros, ambos tirantes se bajaron descubriendo parte de sus virtudes, las varoniles manos en las clavículas. Los labios gruesos rozaban el oído mientras le repetía lo torpe que fue al dejarle ir, se veía más sensual que nunca, la amaba. Los dedos rozaban sus hombros, ella recuerda al arquitecto quien estaba de coqueto con otras. Cuando escucha la moto, quería vengarse del engaño y además estaba siendo seducida. Hace la cabeza hacia atrás al tiempo se baja la camiseta, sus lenguas se tocan, manos aferradas a sus descubiertos atributos. Él rodea su desnudez, sumerge la otra mano dentro de la falda, ella emite sonidos se muerde el labio inferior. Hace los brazos hacia atrás para frotar el pantalón, la temperatura entre ellos estaba ardiendo.
Un rato después, se puso de rodillas para pedirle que se casara con él ya no deseaba ser el ex-novio con derechos, ella sin pensar aceptó. Había terminado su relación pues no deseaba compromisos.
Afuera el sexy arquitecto se baja de la moto, se quita el casco, camina unos pasos, tenía la intención de hablar con la hermosa morena. Podrían aclarar cualquier mal entendido, no contestaba sus llamadas, tendría alguna razón. De verdad le gustaba, quizás comenzarían una relación. Cuando va a tocar la puerta voltea, además de la camioneta de ella había otro coche, gira la cabeza para verla casi sin ropa. Con un varonil moreno atrás de ella dándole placer, los gritos indicaban la gran satisfacción que le brindaba, esa era la razón por cual no podía responder.
Se da la vuelta, sube a la moto para dirigirse a su casa, se siente muy lastimado, suena su celular, se detiene. Era la misteriosa mujer de la librería, se le había roto una repisa con libros delicados, los cuales fracturaron la repisa de abajo. No sabía a quien pedir ayuda, él llegaría en unos minutos, una llamada muy oportuna.
Estaciona la moto, entra con el casco a la librería se lo quita dentro, se pasa la mano por el pelo hacia atrás mientras ve a la sensual bibliotecaria. Le agradece que llegara tan rápido, mientras se disculpaba con él tenía la blusa un poco rasgada, le cayeron encima algunas cosas. Mientras le muestra las repisas rotas, ella se inclina a terminar de levantar sus libros antiguos, muy valiosos. Inevitable bajar la vista para ver un raspón en uno de sus voluptuosos atributos, él saca un pañuelo para limpiarle un poco de sangre. Pregunta si tiene botiquín, ella lo saca, le pide se abra la blusa limpia la herida, ella dice que le arde, frunciendo los labios él se acerca a soplarle. Encaje negro enmarcando, la cabellera azabache al lado, percibió el perfume ella le agradece lo mira a los ojos y luego la boca. Cuando se cierra la camisa tan femenina, termina por romperse. Ella ve que no tendría remedio, no llevaba ninguna otra prenda, él va por su chamarra de cuero negra para que se cubriera. Va detrás de una celosía se quita lo que queda de la blusa, viste la prenda, él alcanza a verla. Se ajusta el cinturón, muy sonriente va a modelar la piel, la cual no le cierra bien a la altura del escote. Aclara que ella la luce mejor, con las herramientas que traía en la moto podría quitar las repisas. Pero primero necesitaban colocar todos los libros sobre una mesa, con pastas elegantes, temas como ciencia, historia, botánica, cocina, arquitectura, erotismo. Se subió a una escalera para alcanzar mejor, cuando terminó, midió las tablas, él tenía máquinas para cortar madera. Ella le ofreció beber algo, ordenó una pizza, sirvió dos vasos con whisky, era una edición especial regalo de su ex-prometido.
Una historia que estaba dispuesta a contarle más tarde, entre otras cosas interesantes, tenía muchos secretos escondidos tras esos muros cubiertos de madera. Ese aire enigmático le resultaba fascinante.
Se sientan en una sala de piel color camello, junto a la mesa en la cual colocaron los libros antiguos, la conversación interesante. Le muestra uno de arquitectura que estaba abajo del libro de erotismo. Tocan la puerta era la pizza, él quiere pagar, ella no le deja, cierra con llave, baja la persiana. Va a la cocineta por dos platos, servilletas, comen unas rebanadas, delgada con tres quesos, albahaca, acompañada del licor, no estaba mal. Terminan de comer, ella se lleva la basura, antes de regresar se baja un por el cierre, llevaba dos tazas con café, se inclina a darle una. Ella le muestra el libro prohibido, como en alguna época le habrán llamado, le invita a abrirlo, las imágenes muy sugerentes, fuertes. Poco a poco se sientan más cerca, él la elogia además de atractiva era muy inteligente, sensual. Ella pasa las manos por la piel de la chamarra de abajo hacia arriba, se frota, entonces el cierre desciende una poco, le gusta como se siente.
Suspirando él le pregunta si le puede devolver la prenda, ella se muerde el labio advirtiendo se la tendrá que quitar, muy cerca de la misteriosa dama. Acaricia la lisa cabellera, con dos dedos comienza a descender el cierre, roce con las yemas de los dedos, ella acaricia el varonil muslo. Le muerde el labio inferior en forma suave, lo deja sin aliento, ella se levanta va a sentarse al resistente mueble de madera. Aquel donde coquetearon la primera vez, exactamente ahí le imaginó él, quedaban a la altura perfecta. Frota los muslos de ella, con los dientes termina de bajar el cierre, vuela la prenda, se comen la boca a besos. Las inquietas manos de él deslizan los tirantes para descubrir sus bondades, caricias erizando la piel, besos con sabor a miel. La camisa cae al piso, ella lo abraza para sentir piel con piel, él le saca el pantalón, el encaje restante, rozando las rodillas. Confiesa que ya había imaginado esa escena, ella le agarra el pelo, beso profundo, menciona que le ocurrió lo mismo. Lengua en los muslos subiendo, espalda arqueada, cantante de ópera. Cambio de turno, él en las nubes, él baja del mueble para sentarla de nuevo encima de él, sobre la elegante alfombra.
Como ella necesita su chamarra y él solicitaba se la entregara en su casa, él sexy arquitecto le hizo una propuesta, prolongar la noche en su cama. Se vistieron, cerraron el negocio, ambos en la moto ella abrazada a él fueron rumbo a la casa móvil. Al llegar le mostraba cada rincón, mientras caían una a una las prendas hasta el final de la escalera. Prepararía tortillas francesas para desayunar entre las sábanas.
Sentada en un cojín de meditación, descalza, una taza de té verde con rodajas de limón, delicioso. Velas encendidas en favor de la paz, por un mundo mejor para todos. El ambiente huele a tarta de manzana con canela, mantequilla y azúcar derretida. El cómodo sofá junto a la chimenea, sobre la mesa café e infusiones para acompañar el pastel. Mientras escucho a Harry Connick Jr. -One Fine Thing- me encanta. Agradezco tu gentil presencia al blog.
Respira hondo. Inhala amor y exhala emoción…















Fotografías de Elvira González.
Derechos reservados conforme a la ley/ Copyright
Continuará…
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