Por: Elvira González.
A la mañana siguiente el aroma a café recién tostado y el pan saliendo del horno parecía estimular los sentidos. Se habían reunido afuera del rostizado local más personas de las reclutadas, la voz se corrió, llegaba un camión con la madera y demás materiales. El arquitecto había trasladado algunas herramientas, bajo una carpa, sobre la amplia banqueta colocaron tablones, era zona de trabajo. La dueña de la cafetería y una de sus gentiles colaboradoras llevaron el desayuno, bocadillos de huevo, jamón, queso, aguacate, espinacas, capuchinos. Además de los deliciosos bizcochos azucarados, otros con relleno de chocolate amargo, o mermelada de chabacano. Todo esos provocaba sonrisas entre quienes voluntariamente se habían ofrecido a a yudar al hombre de las pieles.
Su querida novia quien era una viuda con adicción a los libros, (por eso le conocía tan bien la bibliotecaria.) Había ayudado a muchas de las personas que trabajaron en la heladería de su difunto esposo. La cual había dividido en pequeños locales mismos que les rentaba a esas personas por una mínima cuota, casi de risa. Cuando ella solicitó ayuda, demostraron todo ese agradecimiento que le tenían, unos llamaron a otros. Era alguien apreciado por la señora quien les ayudó, sabían ser agradecidos.
La bibliotecaria junto con su asistente limpiaban el interior de la librería aunque el fuego no entró, el aroma a ahumado se percibía. La dueña de la cafetería estaba eligiendo libros sobre decoración de pasteles para boda. Estaba indecisa entre dos que eran extraordinarios, cuando al fin eligió no sabía que llevría el segundo como obsequio los envilvió juntos sin hacer mención. Había tenido muchas atenciones con ella, era tan solo un buen gesto, le hacía ilusión darle la sorpresa.
El sol brillaba con tal fuerza, era un día hermoso, pero la temperatura comenzó a subir. Trabajaban coordinados, parecían hacerlo para uno de esos progamas de restauración casi instantánea. Alguien debía tomar las fotos como lo dejó el fuego y posterior con la nueva imagen. Parte del equipo del departamento de bomberos fue a hablar con el dueño. Una sobre carga y cables viejos habían causado en definitiva el corto que provocó el incendio. Afortunadamente nadie estaba herido, actuaron a tiempo, no dejaron que se fueran con las manos vacías. Una bolsa grande de papel donde les llevaron bizcochos a sus compañeros.
Antes del medio día apareció como bajado del cielo, el congelador móvil que había diseñado el difunto esposo de la viuda (novia del peletero). Era rectangular, blanco, decorado con imágenes de conos de helado y paletas de frutas frescas. Comenzaron a repartir esos mágicos cubos de hielo con sabor para bajarles la temperatura a todos. Eran de tamaño pequeño, con la cantidad de dulce necesario, sutil, refrescante. El hombre de las pieles se secaba con discreción las lágrimas, mencionando que sudaba mucho de la frente. Conmovido por la rapidez, de tantas manos unidas colaborando. Entre la mercancía que alcanzó a salvarse, tenía una caja con cinturones, carteras, monederos, para dama y caballero. Los cuales serían repartidos entre todos, sin lugar titubeos, estaba en el lugar adecuado, la vida le había favorecido, ese fuego se había llevado algunas cosas de su pasado. Las cuales no lograba soltar, ahora tenía las manos libres para recibir, era importante corresponder.
La morena fue a llevar botellas con agua y jugos a los trabajadores, pasó a saludar a la librería, emocionada por su boda para la cual faltaban unos días. Se quedó conversando un rato, claro que solicitó un trapo para ayudar a limpiar, quería agradecer a su nueva amiga por aquella conversación. Sus palabras de verdad resultaron reconfortantes, al enterarse que era adoptada, desde ahí veía la vida desde otra perspectiva. Su relación con su prometido se volvía más sólida. Mencionó necesitar algunos libros de cocina, pues si no seguía recetas para ella era complicado cocinar. Feliz de que solicitara sus servicios, le mostró tres que le parecía abarcaban desde sopas, pastas, carnes, pescados, ensaladas, bocadillos, botanas. Además de postres sencillos, algunos pasteles y galletas sin complicación, ella habia preparado algunas recetas, tenía comprobado que eran sencillas. La chica de los rulos estaba encantada, quería los tres, tendría que practicar. Entonces mientras sonreía, los envolvió cuidadosamente, agregó un listón color crudo. Pidió los aceptara como obsequio de bodas, se levantó a darle un abrazo, después de la boda tendría que organizar una cena para invitarles.
Haber visto tan cerca las llamas de su preciada librería le hizo sentir la necesidad de ser más agradecida, era un gran tesoro para ella. Ese lugar donde creció al lado de su adorada abuela, además del valor de los libros que el lugar albergaba, todas esas maravillosas historias. Pensaba en ir a la cafetería a comprar comida, cuando al salir se encuentra que llevaban bocadillos para todos. Ayudó a repartir, aprovechó para saludar a su amado arquitecto, quien estaba bañado en sudor se veía tan sexy.
Necesitaría un baño de burbujas y sales relajantes, además de un masaje, cenar una sopa con cúrcuma, jengibre, pasta y vegetales. Pretexto perfecto para consentir a su hombre, después de verle con esas gotas de sudor recorriendo sus fuertes brazos, necesitó una paleta de hielo. Cada día estaba más enamorada de él, no solo por su físico, la inteligencia, lo detallista, cariñoso, su pasión por lo que hacía era cauticador. Él se acercó a darle un sutil beso en los labios, se miraron con tanto amor, ella le hizo saber que se sentía muy orgullosa. Después fue a la cafetería por dos ensaladas con atún, vegetales y pan con albahaca y queso.
Se hizo de noche concluyeron los trabajos, todos a descansar, el arquitecto pedía un baño de burbujas, no quiso abrazarle. Sentía que su olor llegaba hasta el siguiente pueblo, entraron al departamento. Olía delicioso, la bibliotecaría se había dado el tiempo par ir a preparar un caldo de carne, pasta y vegetales con especias. Abrió la llave de la tina, burbujas, sales relajantes, un vaso con agua mineral y limón para hidratarle. Mientras él se relajaba, ella fue a poner la ropa en la lavadora, al regresar se había quedado dormido, minutos después abrió los ojos. Ella le lavó el pelo, ese masaje en la cabeza cuello y hombros, lo hizo sentir de maravilla.
No la soltó hasta que logró que se metiera al agua con él, comenzaron a besarse, las manos inquietas que conocían muy bien las formas. Esos lugares donde un acertado roce, encendía el fuego entre ellos, disfrutaban del olor del otro, del sabor, de la piel, morder los labios. Frotar esos rincones, acarició su rostro se miraron sumergidos hasta el alma del otro se repitieron amarse. La tomó de la cintura para que se le sentara encima, machihembrado perfecto, agitadas caderas, notas altas, muy altas. Abrazados, sintiendo amor, él salió primero se enrolló la toalla a la cintura, la cubrió con la bata, tenía el cabello recogido.
Vistiendo pijamas, fueron a cenar un delicioso plato de sopa caliente, muy reconfortante, juntos en esa barra de la cocina tan acogedora. Conversaban sobre la boda que seria el fin de semana, la morena le había visitado en la librería, mencionó el obsequio de los libros. El prometido de la chica de los rulos, le había escrito necesitaban posponer el viaje como recién casados, necesitaba hablar con él para pedirle…
Sentada en un cojín de meditación, descalza, con una taza de infusión de manzana a la canela. El espacio lleno de velas con esa intención ferviente a favor de la paz, salud, armonía pear nuestro mundo lleno de amor. El cómodo sofá hoy en la terraza, una noche estrelada, cálida temperatura. Una mesa con bocadillos dulces y salados, servicio de café, bebidas, el ambiente huele a caramelo derretido del flan que he preparado, disfruta. Mientras escucho a Dara Maclean – For Once In My Life – es excelente. Agradezco tu especial presencia al blog.
Respira tranquilo. Inhala amor y exhala paz…


















Fotografías de Elvira González.
Derechos reservados conforme a la ley/ Copyright
Continuará…
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