Por: Elvira González.
Tan solo con escuchar la palabra la mente puede convertirla en una verdadera tortura, pensó si acaso había escuchado mal…Por un instante se quedo en silencio, ¿una confesión?, pensaba, después de haber estado ausente mientras terminaba de lavarse los dientes, observaba su expresión. Ella estaba sentada en la cama, veía hacia donde estaba el lavabo, detras de ese mueble con muro bajo del lado izquierdo el baño. Al lado derecho el amplio vestidor donde tenía tres espejos, al centro un taburete rectangular. De pronto ella dudo, lo había dicho o tan solo fue un pensamiento, él se quedó como desconcertado, no le parecía malo. Pero consideraba que debía contarle, acordaron hablar todo.
Él caminaba hacia la cama, con la toalla en las manos, secando su varonil rostro, aunque se había relajado ya sentía sueño. Cuando ella estaba a punto de decirle algo, suena su celular era el vecino, (menciona quien hablaba) sorprendido por la hora, no le parecía prudente. La bibliotecaria responde, le explica que los trabajadores dejaron algunos cables mal conectados. Una chispa ocasionó que comenzara un incendio en la peletería, como la librería estaba forrada de madera también por fuera. Las llamas acariciaban la fachada, los bombreros estaban en camino, (había puesto el altavoz para que escuchara) se vestían rápidamente. Salieron de inmediato, al llegar ya se veía afectada la parte lateral de la biblioteca, estaba impactada. Al ver al peletero ambos se abrazaron, después hizo lo mismo con la novia, ella le platicaba que estaban en la parte de arriba diseñando. Circulaban cubetas con agua por parte de los vecinos, se escucha la sirena del camión.
Entre la policía y los bomberos apartaron a las personas quienes estaban muy cerca, estallaron los critales de la peletería. El arquitecto abrazaba a su amada quien quería entrar a rescatar sus libros. El vecino se secaba las lágrimas su pareja, lo consolaba. Llegaron la dueña de la pastelería con su amado, la morena y su prometido. Todos elevaban plegarias al cielo. Minutos después logran sofocar el fuego, el daño en la peletería era mayor. La librería solamente estaba ahumada una parte que cubría la pared era madera con molduras entintada y con barniz marino. Acordonaron el área, no debían entrar, necesitaban revisar los cables, admás de las otras instalaciones. Las horas pasaron, el aire soplaba frío.
La dueña de la cafetería ofreció un plato de sopa caliente, algunos bocadillos, ayudarían a quitar el sabor amargo en la boca. Así que abrió para sus amigos y vecinos fuera de horario. El arquitecto fue a hablar con el jefe de los bomberos, tenía conocimientos de cableado entre otras cosas, ofreció asistir al día siguiente para apoyar. Regresó, tenía tanta hambre que eligió carne rellena de queso con ensalada, el sueño que tenía se le había espantado. Conversaban sobre el proyecto que tenían con el pedido de pieles que afortunadamente se había retrasado.
El arquitecto acordó con el peletero que él personalmente de ayudaría a restaurar su local, que era en su mayoría de madera. La morena y su prometido ofrecieron cooperar con materiales, la dueña del café, no quiso cobrar a nadie. El dueño del hotel tenía algunas sillas que deseaba tapizar con piel, entre todos buscarían la forma de colaborar.
Cuando entraron al apartamento, decidieron entrar a la ducha para quitarse el fuerte olor a humo. No demoraron en salir, se pusieron la pijama, se veía muy cansada, él también, hablaron poco. Un beso sutil en los labios, se acostaron abrazados, durmieron profundamente.
Apenas amaneció, él se despertó pero aún necesitaba dormir, se acomodó junto a ella, quien entre sueños le pidó la abrazara. Casi roncan por un par de horas más, abrieron los ojos simultáneamente, hambrientos, decidieron ir en pijamas a desayunar. Sivieron dos vasos con jugo de arándanos, duraznos a mordidas, batieron huevos, prepararon tortillas francesas con salchichas. Tostadas, algo de mantequilla, mermelada, cuando estaban por beber la segunda taza de café, ella le menciona al peletero y a su novia, quien sabía de costura. Ella les ayudó la hizo de maniquí, la señora tomó sus medidas serían prendas diferentes, coquetas, un estilo sexy. Cuando los presentó no imaginaba que se llevarían tan bien, además con sus conocimientos sobre confección sería un gran impulso para él. Esa era la confesión que quería hacerle, los diseños eran de gran calidad, ella ya había encargado algunas blusas, una falda. En ese momento se sintió aliviado, confiaba plenamente en su amada, pero se tornó seria al decir que debía hacer una confesión. Su mente le había jugado alguna especie de broma, lo importante era que siempre hablaran todo, fortaleciendo sus confianza.
Como no debía abrir la librería hasta que terminaran la revisión y él había recibido la llamada del jefe de los bomberos. Debían esperar antes de entrar al inmueble, se comunicarían más tarde. Eso significaba que tenían por lo menos parte del día libre, él le propuso ir a la casa móvil, tenía una sorpresa para relajarle. Entonces guardó lo necesario en un bolso de viaje, se la llevó en la moto, la cabellera suelta, despeinada, sin maquillaje. Le entregó un paquete con dos bañadores uno entero y el otro de dos piezas ella le agradeció, solicitó vistiera uno, sonriendo aceptó, imaginó que tomarían el sol. Necesitaba que no saliera al jardín hasta nuevo aviso.
Con el sexy bañador de dos piezas y lazos color negro, en la cocina preparó una jarra con té helado, rodajas de naranja. Además de una ensalada de pescado, rodajas de pepino, zanahorias con limón, hacía tiempo que no dedicaba un tiempo a broncearse. De repente, entró a la casa, al ver a su novia lista para un día relajante, le pidió cerrara los ojos. Una piscina inflable (la cual había comprado en la playa) rectangular, grande, el fondo era turquesa, las orillas con líneas blanca con azules. Tenía agua como a la mitad, el sol calentaba el agua, eso era ser creativo, lo besó en los labios, fueron por los aperitivos, escuchaban música.
Cuando se metieron la temperatura estaba fresca, le gustaba mucho la forma en la que lucía resaltaba sus atributos, bebieron un vaso de infusión. Ella comenzó a salpicarle, él también, hasta que la atrapó, le desamarró la parte de arriba del sensual bañador. Lo aventó fuera, jugando él dijo ser el policía de la piscina necesitaba ponerle una multa muy grande o utilizaría sus armas para someterla. Entonces ella le hizo saber que estaba sola, era un oficial muy atractivo, quizás aceptaría algunos sobornos. En su papel de autoridad, aclaró que haría una excepción. Entonces ella tomó las manos las colocó solbre los voluptuosos sobornos los rozaba, después, una mano aferrada, introdujo las yemas de dos dedos dentro de su boca. Eso lo encendió aún más, la tomó de la cintura sentada encima de su hombre. Acariciaba y besaba las abundantes evidencias, ella se movía fotando los bañadores, la giró, tiró el listón de la prenda inferior. Estimulaba arriba y entre sus piernas, algunas melodías se escuchaban. Al voltear advierte que deseaba conocer su arma secreta, lo despoja del bañador.
Se pone de pie para salir del agua, pero ella toma lo sujeta de la pate baja de la espalda, va directa a su arma letal, quedando desarmado. Se rinde ante tales sobornos, lo tiene loco, le acaricia, la levanta, la besa con pasión. Salen del agua, sobre las toallas, se la sienta encima de espaldas a él, después ella se inclina, manos aferradas a su atributos, friciones fuertes, agitados. Gritaron liberando tanta pasión, se acostaron de lado uno frente al otro, haciéndose mimos, algunas risas. La humedad de sus cuerpos fue desapareciendo, se giraron un par de veces para broncearse.
Difrutaron de los pepinos, zanahorias, la ensalada, con sus bañadores nuevos, no dejaban de conversar, prepararon café con helado. Tenían una gran imaginación, algo tan sencillo, crearon una divertida y sexy fantasía. Adentrada la tarde les llamaron a ambos, debían acudir a los inmuebles, ya podrían entrar. Se vistieron con pantalones de mezclilla y camisas blancas, fueron en la moto, al lugar.
La librería sin daño en el interior, olía a humo, la parte de madera de la fachada, podría lijar la pieza quizás la salvaría. El local de la peletería se encontraba más afectado, el mostrador se salvaba, el aparador no tenía remedio. Buscaban a los posibles culpables…
Sentada en la pelota para hacer ejercicio, descalza, un café con leche y hielos. He encendido velas a favor de la salud, paz y armonía para nuestro mundo entero. El emabiente huele a chocolate derretido, un pastel recién decorado sobre la mesa, al lado del cómodo sofá color café con cojines en tonos de rojo. Frente a una ventana donde los árboles se aprecian moviéndose de un lado al otro con el viento que sopla fuerte. Mientras escucho a Francis Cabrel – Je t’aimais, je t’aime, je t’ aimerai- es genial. Agradezco tu grata presencia al blog.
Respira calma. Inhala amor y exhala vida…


















Fotografías de Elvira González.
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Continuará…
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