Por: Elvira González.
Mientras disfrutaba de erizar la piel de su amada, manos aferradas, caderas sincronizadas, bocas ardiendo gritando amor, le llamaron. Al no responder, le enviaron un correo explicando el motivo, era el abogado del viejo amigo de su difunto abuelo. A quien había procurado era un hombre solitario por elección, le instaló en una casa en la playa con todas las comodidades. Así pordía disfrutar del desfile de bañadores que tanto le gustaba, había tenido muchas novias, tenía una personalidad magnética. Disfrutó de la vida todo lo que quiso. Pero se había mudado a vivir entre las nubes, cada uno de sus bienes estaba a nombre del arquitecto. (Le quería como a un hijo). Antes de dormirse, se percató de la noticia, envió la respuesta se presentaría de inmediato.
Su amada bibliotecaria se había puesto una camiseta de él, la cual le quedaba grande, bajaba un poco el hombro, apenas cubría el trasero. Le encantó que se dispusiera a dormir así, ella dijo que olía a su loción. Colocaba el móbil sobre la mesa de noche, mientras se metía entre las sábanas, él le platica lo sucedido necesitaba presentarse ahí al día siguiente. Estaba a dos horas de distancia, era el funeral, la lectura del testamento, necesitaba resolver el tema de la casa. Ella abrió los ojos, escuchaba con atención, tardaría uno o dos días. Entonces se pone serio, menciona que tendría que consolar a todas las voluptuosas novias que dejó abandonadas su viejo amgo, quitarles la tristeza de encima. Se pone roja, abre más los ojos, de rodillas en la cama con la almohada comienza a pegarle, (claro que jugando). Él logra quitarle el arma, para hacerle cosquillas, ante eso no podía hacer más, carcajadas de ambos. Muestra su bandera de la paz, el blanco encaje inferior, se ríen, un beso en los labios y se abrazan para dormir.
Apenas amaneció él despertó, ella dormía profundo decidió dejar que durmiera un poco más, así le llevaría el desyuno a la cama. Entró en la ducha, pensaba en todos lo años que vivió el amigo de su abuelo, hizo lo que deseaba, disfrutó su soltería. A él le gustaría envejecer al lado de su amada, tener un hijo, suspiraba. De espaldas al cristal de la puerta, de pronto las manos de su amaba lo rodean quie estaba lista para ser enjabonada. Siente sus atributos y las inquietas palmas que van decididas a saludar a su despierta virilidad. Menuda buenos días le da, se enjuaga el jabón y se gira, ella baja le recuerda lo mucho que lo disfruta. De pronto, de pie la gira, comienza a frotar con las burbujas, se arquea. Dirge el agua caliente para recorrer toda su figura, se besan, él estaba listo para darle su merecido. Ella con esa risa pícara sale apenas se cubre con la toalla de él y lo reta a quitarle la prenda. Apenas llega se acuesta sobre la cama, (previamente tendida) le avienta la pieza y flexionando las rodillas se abre, (recargada sobre los codos). Lo mira, en dos segundos se acerca, elogia lo sexy que se ve, sujeta sus piernas para entregarle con ganas su encendida virilidad. Ambos cantan recibiendo felices el día.
Se quedan acostados unos minutos, acariciando sus rostros, entrelazando los dedos de sus manos, él le preguntó si le gustaba la playa, ella asintió. Además de las estrellas de mar, los caracoles y caminar en la playa mojadose los pies sobre todo al atardecer o al amanecer. Él estaba de acuerdo, le encantanba su romanticismo, tendrían que visitar el mar juntos. Se vistieron y bajaron a preparar el desayuno, huevos, tortitas, comieron naranja en gajos al tiempo que hacían bailar la mantequilla en la sartén. El café a cargo de él, molía los tostados granos, eso se disfrutaba. Ella puso la mesa, se sentaron todo estaba delicioso, él le platicó que ese día la morena y su prometido visitarían el hotel para conocer la terraza. Deseaba que la conociera, el diseño lucía precioso ahí sería la boda de sus amigos, querían hacer la ceremonia al atardecer.
Terminaron de desayunar, recogieron todo, él preparaba su pequeña valija mientras ella se maquillaba, usaba uno de los collares que él le obsequió. Recogió el cabello por detrás, los pendientes resaltaban, el pantalón de vestir le resaltaba la figura, la blusa discreta dejaba a la imaginación. En una versión más seria, pero arrebatadoramente sensual, se veía, se acomodó el cinturón. Le pidió que volteara, le tomó una foto, se paró junto a ella la rodeó para sacar una juntos. Se la envió, les gustaba verse juntos. Él le dijo que era una bibliotecaria muy sexy, agregó que podría adquirir aquella costumbre de la Edad Media, ponerle un cinturón de castidad. Antes de salir de viaje y llevar la llave en custodia, se miraron no paraban de reírse, se dieron un abrazo, la llevaría a la librería. Dejó las cámaras listas, los aspersores del jardín estaban programados, ella tenía llave y sabía que podía disponer de lo que necesitara.
Se estacionó para despedirse apropiadamente, abrazados, le plantó un beso profundo que la dejó suspirando. El vecino de la peletería ya estaba ahí montando aparador, le saludaron a distancia. Llegaba justo la asistente, acordó avisarle cuando llegara, se repitieron amarse mucho.
Prepararon los pedidos de libros y el café, de pronto apareció su vecino quien discretamente la recorrió con la mirada se había percatado de lo radiante que lucía esa mañana. Aunque no se lo dijo pero la noche anterior no podía dormir estaba muy inquieto pensando cuánto tiempo le habría durado puesto el vestido de piel. Necesitaba una novia, era bastante mayor que ella y le respetaría, pero provocaba muchos pensamientos ardientes en su mente, el suertudo arquitecto le apodaba.
Mientras ella le mostraba un libro sobre historia de la moda en piel el cual apenas lo había desempacado, llegaron dos de sus clientas. Las invitaba a sentarse y a beber una taza de infusión, claro que antes las presentó con su querido vecino, el atractivo señor de las pieles. En ese momento recordó que una de ellas (muy guapa) era viuda también, entonces incluyó al caballero en la conversación. Sentados los tres en la sala, llevó servicio de té y bizcochos, Minutos después, fue por la que estaba casada para mostrarle un libro que su esposo buscaba, era antiguo. Se escuchaba música en francés, olía a canela, propiciando la conversación entre los dos adultos casualmente viudos, de buen ver. Parecían agradarse, él era un hombre interesante, ella muy culta, divertida.
El arquitecto le avisó cuando llegó a su destino, hablarían en la noche. Asistió al funeral de su viejo amigo, había tres mujeres atractivas que lloraban amargamente. El abogado le mencionó que eran las enamoradas más recientes, después lo llevó a la casa, el testamento indicaba que le heredaba todo. Lo cual incluía el inmueble, una camioneta, todas sus pertenencias. Al entrar en la casa, se sorprendó todo estaba bastante ordenado, no había muchas cosas. Sala, comedor, cocina, un medio baño y otro completo dos habitaciones, en la primera cama matrimonial, un pequeño sillón con una pantalla. La segunda puerta no se podía abrir, buscó donde estaban las llaver colgadas, ninguna la abría. Una breve carta donde le agradecía todo lo que hizo por él y lo mucho que le apreciaba. Tenía una nota al final, el acceso con llave tenía sus tesoros, esperaba que no le juzgara por lo que había dentro. Sorprendido, era claro que necesitaba conseguir un cerrajero. Fue caminando a buscar un lugar para comer quizás pasta, pescado empanizado, preguntó por el cerrajero, quie estaría disponible hasta muy tarde. Se encontraba en la otra población.
Disfrutó la comida, después caminó para encontrar una tienda donde vendían estrellas de mar, algunos caracoles, collares, no se resistió. Pensaba en su amada bibliotecaria, regresó a dejar los paquetes, habló con el apoderado legal, quien había mencionado tener un cliente que deseaba comprar la casa. Estaba de acuerdo en venderla, si algún día deseaba tener un sitio para vacacionar junto al mar no sería ese.
Se hizo de noche, hospedado en un acogedor hotel con vista al mar, le llamó a su amada, ambos tenpian tanto que platicar. Él deseaba verle, entonces activaron la cámara, ella vestía la camiseta de él, todavía tenía el pelo recogido, se estaba quitando el maquillaje. Él sin camisa, comía una paleta helada cubierta con chocolate, con un pantalón corto de pijama. Ella le pidió que le contara todo, comenzó a narrar lo sucedido, lo que había comido, le llevaba una estrella marina. Además de otras sorpresas, cuando le menciona la puerta cerrada y la nota adjunta, sintió mucha curiosidad sobre lo que habría en el interior. Continuaron conversando hasta quedarse con ganas de un beso de buenas noches…
Sentada en un taburete de madera, descalza, con una taza de capuchino espumoso. Velas encendidas por la salud, paz, amor del mundo entero. Huele a mantequilla y lavanda con azúcar derretida, bizcochos, café e infusiones sobre la mesa al lado del cómodo sofá. Una pintura mural donde se aprecia desde un balcón la zona boscosa, un lago al fondo, puede resultar relajante. Mientras escucho a Laura & Anton -Meditation -(Antonio Carlos Jobim Cover)- cálido, para disfrutar en buena compañía. Agradezco tu grata presencia al blog.
Respira hondo. Inahala soñando y exhala suspirando…




















Fotografías de Elvra González.
Derechos reservados conforme a la ley/ Copyright
Continuará…
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