Por: Elvira González.
Antifaces, corazones, delicias, vestidos elegantes sobre los cuerpos danzantes al ritmo de la música, risas, hasta que las naúseas aparecieron. Ya en el apartamento, en pijamas, con una taza de infusión de manzanilla, él acariciaba el rostro de su amada, quien estaba apenada por su malestar. Era la primera fiesta a la cual asisitían juntos, recordaban como se deslizaban por la pista ,dedos entrelazados. Para luego rodeando la cintura y el varonil cuello se contorneaban, encantados se miraban. Habían recibido elogios formaban una bella pareja, esa química tan fuerte entre ellos salía por cada poro de la piel. La forma en la que tocaban la mejilla, sostenían la mano o se abrazaban hechaba chispas, no era necesario mencionar que se amaban. Se tomaron algunas fotos juntos, las cuales observaban, querian enmarcar una en la cual, él la rodeaba por detrás pero sus mejillas estaban juntas.
De pronto ella recordó la fecha, sacó su calendario para revisar las cuentas, él observaba, ambos recordaron un pequeño incidente. Ese encuentro en la habitación secreta, entre giros y fricciones uno de los métodos con los que se cuidaban quizás no resultó tan seguro. Se miraron, él tomó su rostro, le hizo saber lo mucho que la amaba, no solo era el ardiente deseo, la percibía como compañera de vida. Pidió que no se preocupara, si acaso resultaba embarazada, sería feliz teniendo un hijo con ella. Entonces, la bibliotecaria con los ojos llenos de lágrimas lo abrazó, con gran sentimiento lloraba, él acariciaba su espalda alta. Repitiendo que todo estaría bien, después secó sus lágrimas con un pañuelo, beso la frente, mejillas, la nariz, barbilla, los labios. Con una ternura conmovedora, ella hizo lo mismo imprimendo en todo su rostro sutiles roces de labios. En un instante ella lo agarró de la camisa le muerde el labio inferior, se abre la prenda toma las varoniles manos para colocarlas sobre sus voluptuosos atributos. Él suspira tenía adicción por ellos, pregunta si está segura de querer hacerlo.
Sin decirle nada, toma la mano derecha para introducir sus yemas dentro de la húmeda boca (sentados en la cama frente a frente) él respira profundo. Entonces ella se saca el pantalón, se sienta de espaldas, una palma aferrada estimula la parte voluptuosa y sus hábiles dedos se sumergen debajo del encaje. Las femeninas piernas bien abiertas, ella hace los brazos hacia atrás acaricia a su amado, repitiendo cuánto le ama. La hace cantar fuerte, él se siente halagado, decide darle el tratamiento completo, se levanta para quitarse todo. ella acostada, vuela el encaje. Para entre sus piernas elogiar con total devoción su rincón favorito, ella apretaba las sábanas, arqueada, estremecida, gritaba sin parar. De rodillas ante ella cruzan miradas, abre los brazos, él se acerca para besar sus labios, baja la mano para frotar su firme virilidad. Él hace sonidos placenteros, sobre ella la agarra de las manos, ella lo prensa con sus piernas, lo siente como le entrega todo, sus almas se entrelazan. Claramente se repitieron amarse con profundidad, se acuesta al lado de su amada, abrazados piel con piel se cubren con las cobijas. «Hasta mañana mi amor» se escucha, poco antes de algunos ronquidos.
La fiesta de antifaces y corazones en la cafetería duró varias horas, al concluir, el prometido de la pastelera le tenía otra sorpresa preparada. La llevó a su hotel donde una suite estaba llena de corazones colgados del techo con listones de gasa en tono crudo. Daba la sensación de que flotaban en el aire, además de la cantidad de rosas rojas y pétalos por el lugar, las velas no podían faltar. Así se sentía desde el primer dia que a vio, le cautivó, él era viudo,ambos ya tenían experiencia, en una edad más madura, con mucha energía todavía. Decididos a ser felices cada día con la motivación de la compañía del otro, un baño de espuma relajante, besos, risas, caricias, sellaron en forma mágica su noche especial. Se casarían pronto, algo pequeño, apenas termnaban los detalles del hotel, ya no estaban para perder el tiempo, sabían bien lo que querían. No tendrían hijos, cada uno seguiría con su negocio, amaban también lo que hacían. La primera vez que se percibieron piel con piel, estaban el la cafetería, acababa de cerrar, bebían una copa de vino, con la pasta con pesto de albahaca. El postre con relleno de crema de café le ensució el escote, el caballero se ofreció a limpiarle, pero tuvo que utilizar su tenaz lengua. El escritorio y un sillón en la oficina de ella fueron testigos de la atracción magnética, desde ese momento, el ocupó la apretada agenda de ella. Conquistado por la dulzura que ejecutaba en la cocina y claro la de sus labios, él era encantador. Su llegada al pueblo se dio por la compra del inmueble, un pueblo con mucho que ofrecer.
A la mañana siguiente, la bibliotecaria se sentía casi como nueva, el arquitecto se había levantado antes. Estaba listo para acompañarle al laboratorio debía sacarse análisis, ambos en ayunas. No había muchos pacientes en el lugar, se realizó todas las pruebas pertinentes.
Al salir fueron a la cafetería a desayunar, un poco desvelada, la gentil pastelera les recibió con abrazos. Preocupada por ella, le ofreció unas rebanadas de pan francés con arandanos y miel, leche caliente con almendras y dátiles. Parecía saber lo que necestiba aceptó encantada, él ordenó huevos con salchichas, café y tostadas, tenía más hambre de lo normal. El lugar lucía más amplio, iluminado y acogedor que antes, el personal seguramente madrugó más de lo acostumbrado. No quedaban rastros de la fiesta, a excepción de que había más flores y corazones rodeando las repisas de los pasteles, lo cual lucía muy bien. Cuando les llevaron su orden, él invitó a la dueña a sentarse con ellos brindaron con las tazas por su compromiso. El visionario de la hotelería era un gran hombre mencionó él, se habían hecho buenos amigos. La artista del azúcar les mostró el anillo de compromiso, bonito, sin ser hostentoso. Tenía que atender algo en la cocina, regresaría a despedirse, colocaba en una caja galletas de almendras, miel, avena, pasas y dátiles. Además de un frasco de tisana de guayabas, naranjas, arándanos y jengibre para obsequiarle a la bibliotecaria. Regresó a la mesa con las cosas en una bolsa de papel kraft con el logo impreso. Ambos agradecieron el gesto, eran recetas de su mamá, solía decir que la combinación hacía sentir bien apenas se probara. El arquitecto solicitó la cuenta, era una cortesía de la casa mencionaba la dueña. Quien mortificada pues quizás la salsa picante de tamarindo que le puso al canapé de tocino le había sentado mal. Él tomando la mano de su amada, se miraron, después acordó invitarles a comer una carne asada en el jardín, aceptó encantada, llevaría el pastel.
Al día siguiente se reunirían en el jardín, la morena con su prometido, quienes llegarían primero para sacar la caja de las monedas. Su amiga de la cafetería junto con su amado hetelero. Los resultados del laboratorio estarían hasta el lunes, asi que disfrutarían del fin de semana. La llevó a la librería, su asistente estaba esperándole, la besó en los labios con ternura. Regresaría por ella para ir a hacer algunas compras y a comer, solamente trabajaría medio día, se subió a la moto para ir a buscar un detalle a la joyería. Por su mente pasaban tantas cosas, estaban llevando la relación de manera más formal, si acaso estaba embarazada… Claro que respondería, la amaba, aunque no eran sus planes inmediatos tener un hijo. La idea le emocionaba, ella era absolutamente adorable, inteligente, cariñosa, sensual, adoraba su forma de ser. Ya le había visto enojada un par de veces por algo relacionado con la librería, no dejaba de ser educada.
Con esos diálogos internos llegó a la joyería, observó todas las vitrinas detenidamente, claro que preguntó por algunos anillos. Aunque no compró eso, el dueño ya le conocía, era la tercera visita que le hacía. Un cliente que sabía lo que quería, sin problemas económicos, quien definitivamente estaba muy enamorado. Le gustó un collar de dos tipos de piedras, los tonos turquesas se le veían tan bien. Como un niño cuando va a la juguetería salió feliz, colocaría el estuche dentro de una caja a la que llenaría con pétalos y cáscaras desidratadas. Sonreía tan solo de imaginar su expresión, al ver el reloj sabía lo que necesitaba hacer.
En la librería después de una mañana agitada, muchas ventas terminaban de dejar todo en su lugar. Su asistente era muy eficiente y después de saber que se había sentido mal, le procuraba aún más. Ya tenía sus cosas listas, casi era la hora de cerrar y su amado arquitecto era muy puntual. Apagaron luces y cerraron, se subió a la moto, la llevó a su casa primero, dejaron su pequeña maleta, sobre la cama estaba la caja con un listón. Cuando abrió la envoltura dos recipientes con pétalos y cáscaras de toronja deshidratadas, olían delicioso. Notó el estuche debajo, sorprendida con el hermoso collar, se quitó la cadena que traía para estrenarlo. Frente al espejo el detrás de ella, lo abrochó, pasó la mano por las piedras para deslizarlas después bajando hasta llegar a sus atributos. Frotó un poco erizando la zona, ella se mordió el labio, se giró para rozar sus labios suavemente, él agarró sus bondades traseras, ella el suyo. Le hizo saber que le había imaginado vistiendo solo las cuentas turquesas en el cuello, ella le sonrió coqueta. Pero decicieron ir en la camioneta de él al supermercado que estaba a las afueras del pueblo, los cortes de carne ahí valían la pena. Prepararían su primera reunión juntos.
Cuando elgían las lechugas, apio,tomates, cebollas, carne, chorizos, salchichas, queso entre otras cosas. Él tuvo la sensación de que llevaban tempo casados, le gustaba que se fijara en la calidad de las cosas sin despilfarrar, era sensata. Compraron algunas velas para evitar a los mosquitos, sodas, vino, cervezas, coincidían en gustos. Al salir con el carro de las comparas se cruzaron con el ex novio, ella le vio de re-ojo abrazado de una mujer que no había visto por ahí. Sintió alivio de ver que esataba acompañado y que al parecer no se percató de su presencia o aún mejor la ignoró. Dentro de la camioneta le comentó a su amado, esperaba que no regresara a la librería.
Después de comer un bocadillo, regresaron a la casa móvil bajaron las compras y guardaron todo. él no permitió que cargara nada pesado. Con una taza de tisana de frutos rojos, con la pijama puesta se sentaron a ver una película, se quedaron dormidos. Ambos estaban un poco cansados.
Despertaron temprano, descansados, él se había duchado y bajó a preparar el desayuno, café y tostadas. Cuando subió quedo sorprendido, ella se había bañado, le esperaba vistiendo solamente el collar de turquesas, sentada en la cama, abrió las piernas al darle los buenos días. No resistió, rodillas ante ella mientras estimulaba sus voluptuosos atibutos, beso profundo, bajo utilizando su lengua hasta llegar a su rincón. Donde la hizo estremecer, la ropa de él voló en un segundo, la sujetó de las rodillas, así en la orilla de su nido de amor, se entregaron con toda pasión. Cantaron a todo pulmón, se abrazaron, después del café, listos.
Arreglados de forma casual, entre los dos prepararon salsas, ensalada, la mesa larga en el jardín, los primeros en llegar fueron la morena y su prometido. Llevaron dos botellas de vino, unos chocolates. El arquitecto preguntó por el lugar donde necesitaba cavar para sacar la caja de su abuela. El contador estaba listo para cumplir el deseo de su prometida. Para sorpresa de todos, la pequeña caja salió bastante rápido, sacudió la tierra y se la entregó, la chica de los rulos abrazó a su amado. Quien después de acomodar la tierra, trató de arreglar el pasto. (Los anfitriones entraron a la cas por alunos platos, para darles espacio.) La joven abrió la caja de madera, al ver lo que tenía en su interior, las lágrimas brotaron, su novio la abrazó, hablaban entre ellos en voz baja. Se tranquilizó, dejó la caja en una silla junto a su bolso. Ofrecieron su ayuda. Llegaron la dueña de la cafetería y su prometido, con un delicoso pastel y algunos quesos. Los caballeros asaban los cortes de carne, chorizos, salchichas, mientras las chicas estaban sentadas conversando. Preguntaban por el resultado de los análisis, además de cosas femeninas…
Sentada sobre la pelota para hacer ejercicio, descalza, con una taza de café con helado de vainilla. Velas encendidas con la intención de un planeta sano, en armonía, un mundo en paz para todos. El ambiente huele a pan que lleva canela, jengibre, pasas, decorado con glaseado, sobre la mesa los bocados dulces, infusiones y la cafetera. El cómodo sofá frente a la ventana se aprecia la luna llena, el cielo estrellado, hace un poco de frío. Mientras escucho a Tony Braxton -Suddenly- una voz muy especial. Agradeciendo tu gentil presencia al blog.
Respira calma. Inhala amor y exhala vida…
Fotografías de Elvira González.
Derechos reservados conforme a la ley/ Copyright
Continuará…
Deja un comentario