Por: Elvira González.
Encontraron una libreta con bocetos de desnudos, era claro, ella posaba para él en forma provocativa, había algunas secuencias interesantes. Capturaba tal como se desnudaba poco a poco para seducirle, las expresiones, descubriendo los hombros, sus atributos, piernas, espalda. Seguramente interrumpían ese momento entre pintor y modelo, para comerse a besos, después de esas miradas tras el ambiente sensual. Al terminar de limpiar la habitación tan atesorada por su abuela, el espacio lucía muy acogedor, ellos necesitaban con urgencia entrar a la ducha. Ordenarían pizzas para comer se sentían un poco cansados, movieron muebles, el piso de madera quedó casi como nuevo. Cerraron el batiente.
Caminaron por lo que ellos apodaron el pasillo de los fogosos, en recuerdo a aquella primera noche en el apartamento de ella. Entraron se quitaron los pantalones de mezclilla y playeras, las prendas a la lavadora, ellos a bañarse, tal cantidad de polvo encima se fue por la coladera. Vistiendo pijamas, llamaron para ordenar salami y queso azul, se les antojó una cerveza, sentados en la sala escuchaban algo de jazz. Minutos después la entrega, dos pizzas delgadas y crujientes, se sentaron a la barra de la cocina, brindaron por la habitación. Cuando terminaron de comer, se sentaron en el sillón, con tazas de café aromático, algunas galletas dulces. Continuaron viendo los bocetos, eran asombrosos, además encontraron algunos párrafos descriptivos de la forma en la cual le provocaba tocar las estrellas. El amante de su abuela era pintor, ella su musa, se tenían un profundo amor y ardían de pasión. Al leer eso se miraron y besaron en los labios, él pasó el brazo por los hombros de ella.
La bibliotecaria continuó leyendo, mientras el arquitecto la miraba escuchando fascinado. Su abuela adoraba posar para su amado, planeaba el atuendo que usaría, sonreía tan solo en pensarlo. Él cada vez más apasionado disfrutaba sorprenderle, le tapaba los ojos la cubría con pétalos, estimulaba esos rincones donde le hacía estremecer. Un día le entregó una caja con algunos metros de listón de seda rojo en el interior, se asombró cuando al oído le murmuró algo. Entonces el pintor le despojó de la ropa, acostó a la joven abuela al cetro de la cama, le pidió alzara los brazos, con cuidado ató sus muñecas a los barrotes de la cabecera. Cubrió los ojos, beso profundo con lenguas bailando, dejó caer algunas gotas de tibia miel desde las clavículas, bajando, le decía lo mucho que la amaba. Elogiaba la belleza de su figura, después su lengua limpiaba la dulzura, hasta el ultimo rincón. ella deseaba acariciarle pero no le dejaba. Hasta que ya no podía más retorcida de placer, extasiada, gritándole de pasión. Cuando soltaba ella tomaba el control, lo ponía boca arriba, sentada encima de su hombre, le llevaba hasta la luna.
En ese momento se miran, la bibliotecaria menciona que su abuela solía mencionar lo mucho que había amado al pintor, le inyectaba vida. Entonces se besan, suavemente roce le labios, acarician el rostro uno del otro, más besos subiendo de intensidad. El arquitecto le propone ir a la habitación al día siguiente, tenía ganas de hacer bocetos de ella, esa historia resultaba muy sensual. Ella se muerde el labio le encantó la propuesta prepararían todo, queso pan y vino para cenar. Acordaron contener las ganas esa noche, bebieron una infusión de manzanilla y se fueron a dormir abrazados, ella recargada en su pecho. Sueño profundo.
A la mañana siguiente, se levantaron desayunaron huevos fritos unas tortillas con salsa de tomates verdes, jugo de toronja y café. El postre fueron muchos besos, se fueron a trabajar, acordaron verse en la noche.
Abrió la librería, llegaban proveedores una mañana muy ocupada, él llegó a su casa debía trabajar haciendo unos cortes en las piezas de madera. Necesitaba terminar los arreglos para la cafetería, escuchando música horas después estaba listo. Llevó las separaciones a la pastelería, al llegar la expresión de la dueña dijo todo, había pocos clientes,le dejaron trabajar. Cuando quedó listo, con las mesas organizadas el lugar lucía más amplio y con ese toque romántico, agregarían velas. Compró una lata de pastas dulces, café en grano, además una ensalada de atún para llevar. La dueña extendió el pago muy contenta, le invitó a la noche de parejas que tendrían en unos días. Sobre el mostrador había un hermoso ramo de flores, él mencionó que parecía muy enamorada, ella asintió tenía un nuevo novio. Se habían convertido en buenos amigos, el arquitecto esperaba conocer a su enamorado.
Llegó la hora del encuentro romántico, la bibliotecaria había colocado pétalos de rosa, velas, además de un plato con queso, uvas. Usaba un vestido blanco, largo, escote redondo con encajes abajo, el cabello recogido atrás, pendientes largos. El arquitecto llevaba una botella de vino, vestía una camisa color crudo, pantalón negro. Se encontraron en la habitación oculta, música de fondo, ella recostada en el diván, al mirarse suspiraron, el ambiente romántico. Se acercó un beso en los labios, mencionó se veía irresistible. Sirvió el vino en las copas, brindaron, se sentó frente a ella con la libreta, comenzó a dibujar. Después le pidió se moviera, ella coqueta, se descubrió los hombros, luego subió la falda mostrando hasta el muslo. Al siguiente movimiento se descubrió los voluptuosos atributos, se soltó el pelo. Él estaba extasiado, no podía dejar de trazar, se miraban con deseo. Luego ella se recostó sobre la cama boca abajo, apoyada sobre los antebrazos, sus bondades al natural. Dejaban ver cierta gravedad, algo que a él le pareció provocador, la dibujó, entonces fue a su lado para subir la falda, acariciando las piernas. Descubrió hasta la cintura, apretaba la parte bondadosa, le sacó el encaje, acariciaba entre sus piernas, ella fascinada pidió que no se detuviera. El pantalón quedó en el piso, ella se puso de rodillas, la tomó de la cintura. Embonaron, golpeteo agitado, las varoniles manos aferradas a sus atributos, resultaba muy excitante. Pide que se gire, ella boca arriba, él agarra sus piernas de rodillas en la cama para continuar con ese ritmo. Hasta que ambos expresan con voz fuerte la pasión ardiente de su amor.
Se abrazan rozando sus labios, había sido diferente, entrelazaron los dedos, ella quería ver sus dibujos, él se los mostró. Aunque inconclusos, eran muy buenos, ella se sintió elogiada por la forma en que la percibía. Mientras bebían la copa de vino, comían uvas y queso, acariciaban sus rostros, él le llevaba una caja con un listón la cual le entregó. Al abrir el obsequio sacó un hermoso collar largo de perlas, el cual le ayudo a ponerse, le encantaba la forma en que lo lucía. Le agradeció imprimiendo en sus labios los suyos, se vistieron, dormirían en el apartamento. Él tomó su mano mientras caminaban por el pasillo, la detuvo un momento para hacerle una pregunta…
Sentada en una cojín, descalza, con una taza de infusión de canela anís y toque de leche. Velas encendidas a favor de un mundo mejor, sano, en paz para todos. Todo listo para recibirte, el cómodo sofá frente a un muro pintado con nubes y ángeles, la mesa al lado con galletas recién horneadas, café, té, chocolate. El ambiente huele a mantequilla, azúcar y vainilla. Mientras escucho -Crazy- (Gnarls Barkley) – Angela Ricci – buena voz. Agradezco tu grata visita al blog.
Respira calma. Inahala amor y exhala vida…


















Fotografías de Elvira González.
Derechos reservados conforme a la ley/ Copyright
Continuará…
Deja una respuesta