Por: Elvira González.
Tras el biombo improvisado, gotas de aceite tibio provocaban deliciosos deslizamientos erizando la pálida piel, instantes de erotismo. Aquel jardín sería testigo por segunda vez de dos en estado enamorado, dejándose llevar por la inspiración esas formas diseñadas para embonar. Suspiros. Encendiendo la llama detrás del panel, sus enganchadas siluetas masculina abajo, femenina encima, vaivén con ritmo roces, lenguas. Manos aferradas a los atributos, para entrelazarse después, entonando esos cantos que dejan clara la entrega profunda, mezcla de piel y alma. Abrazados haciendo caricias tiernas, ella en la barba que enmarcaba esos labios definidos, el inferior más grueso los cuales usaba con tal maestría. Mientras él quien había pasado el brazo por detrás de la espalda, con las yemas rozaba del hombro al brazo, palabras cariñosas. Ella gratamente sorprendida mencionaba estar encantada con todo lo que organizó. Aclaró sentir un cariño especial por ese lugar, si los árboles hablaran divulgarían cuantas pecas en la espalda tenían y quien gritaba más fuerte.
Ambos tenían hambre de nuevo, ese caldo con fideos y las verduras en el equilibrio perfecto de especias, se vistieron, llevaron los platos a la cocina. Calentaron la deliciosa sopa, dos tazones degustaron sentados uno al lado del otro, bebieron una infusión de manzanilla, jengibre, romero y limón. Controlaba las luces del jardín desde el interior, decidió dejar una lámpara junto a la puerta trasera, la grabación de las cámaras sería más clara, En caso de alguna visita inesperada buscando el tesoro en el jardín. Hacía broma mientras ella movía la cabeza, sonaba aterrador alguien con una pala cavando en la noche acaso buscaba esconder evidencia.
Relajados subieron a la habitación, tenían sueño, vistieron pijamas, lavaron los dientes, se acostaron, ella recargó la cabeza en el pecho de él. Quien le abrazaba, un rato después con el brazo dormido con cuidado la movió. Ella no se enteró, no tardó en volver a dormirse le veía tan tranquila, se escuchaban los grillos, una hermosa noche en calma, la luna brillaba.
Quizás un par de horas después, una persona vestida de color negro y capucha ingresó, una pala en mano además de algún otro utensilio. Con facilidad abrió la puerta, subió la escalera muy despacio, se escuchaban ronquidos profundos. Entró a la habitación la luz de luna permitía ver la oscura silueta, los brazos levantados, para con fuerza dejarlos caer. Una y otra vez, golpes certeros, bermellón pintando dramáticamente las paredes. Después continuó arrastrando la pala por cada escalón, salió sin interrupción alguna comenzó a cavar, la tierra húmeda favoreció la profundidad del agujero. Al secarse la frente puntos rojos quedaron impresos, una caja vieja se asomaba, al abrir la tapa, algo similar a restos humanos… De pronto, un grito aterrador expresando dolor se escucha…
Era la bibliotecaria quien emitió ese estremecedor sonido, él sobresaltado despertó la abrazó, preguntando qué pasaba. Con la ropa pegada bañada en sudor, rompió en llanto, encendió una lámpara de luz tenue, dejó que se desahogara. Cuando se calmó, entendió que tan solo había sido una horrible pesadilla, aterradora por lo que ocurría, lo percibió tan real. Le contó que una persona de vestida de negro con una pala había entrado y los golpeaba hasta quedar muertos. Revisó las cámaras desde el celular, nada había pasado, todo en calma. Entonces él la besó, le quitó la ropa húmeda, se dedicó a acariciarle ella sentada de espaldas a su hombre. Las varoniles manos en los hombros, recorrían desde el cuello, deslizaban a los brazos, ella las tomó para colocarlas sobre sus atributos, dijo necesitar distraer su mente. Roces circulares, muy estimulantes, besaba clavículas, ella se llevó el dedo a la boca, lo encendió más. Luego la sorprendió entre las piernas, hasta que pudiera más. Después se giró, acomodaron sus caderas embonaron perfectamente, lenguas hablando, bocas expresando. Breve, tranquilizador, se quedaron dormidos.
A la mañana siguiente, él despertó muy temprano y entró a la ducha, ella continuaba descansando. Él pensaba en ir a hablar con el prometido de la morena quien le pidió le cotizara unos arreglos en su departamento. Buscaría hablar de la abuela de la chica de rulos, si necesitaba buscar en el jardín se lo permitiría, era muy sospechosa la visita de la otra noche. Enfrentaría la situación, necesitaba vivir en paz por eso se había mudado al pueblo, compró el terreno, para disfrutar con tranquilidad. Fue a la cocina, mezclaba harina, huevos, leche, mantequilla en la sartén, cuando sintió los brazos de su amada, un beso sutil. Acordaron que ella se ducharía rápido para desayunar. Cuando bajó el café estaba listo, se sentaron a la mesa, ella se disculpaba por el grito a media noche.
El dulce arquitecto tomó su mano, una pesadilla así era como de película de terror, le platicó que había conocido en la cafetería al novio de la morena. Quien le solicitó unas modificaciones en su apartamento, haría una cita con el contador, sabía de la abuela de su prometida, fue dueña del terreno. Buscaría alguna solución para desenmarañar el misterio. Una afortunada coincidencia haberle conocido, le parecía una buena idea. Entre los dos lavaron los platos, algunos besos con sabor a café, la llevó a la librería, un fuerte abrazo para desearse un lindo día.
Fue a la ferretería, mientras compraba algunas herramientas recibió la llamada de su posible cliente, el contador, (prometido de la morena). Justo tenía libre la tarde, le invitó a comer carne asada en la terraza de su departamento. Así podría conocer el área que deseaba modificar. Aceptó sin dudar, le vendría bien una charla entre hombres. Elegía el tipo de cable que necesitaba, cuando ve una carreta con flores que se instalaba a unos pasos. Terminó con los materiales y fue a elegir flores, pasaría a dejarle un ramo a su novia a la librería. Hermosas tonalidades entre rosas subidos, lilas, toques de blanco, emocionado tal como un niño ante un helado. Llegó se estacionó, entró con el delicado arreglo medio escondido, ella atendía a una señora, le dejó sentada con una taza de té y una cara colección de libros. Al verle sonrió, él le entregó el obsequio, lo que ocasionó que imprimiera el carmín en los labios, acompañado de un abrazo. El arquitecto mencionó tendría una cita a la hora del almuerzo.
Colocó las flores en un jarrón, suspiró al verle partir en la moto, era verdaderamente adorable. Se acercó a la clienta, quien mencionó estar admirada de los libros, pero también del caballero tan romántico, sonrieron. Se llevaría la colección, quizás algunos más, le sirvió otra infusión acompañada de pastas de almendra.
Puntual llegó a la dirección del contador, abrió la puerta con el mandil puesto, un amplio apartamento, bien iluminado. La terraza a un lado entre la sala y el comedor, el aroma entre vino blanco, ajo, cebolla, mostaza, miel, abría el apetito. Se sintió aliviado cuando escuchó que su prometida no podría llegar a comer, agregó que ella le platicó que habían salido una noche juntos. Pero no resultó nada entre ellos, después él le propuso matrimonio. Aunque ella había acomodado un poco los hechos a su conveniencia, era bueno saber que estaba enterado que salieron. Expresó la gran curiosidad que tenía por conocer su casa móvil, su amada morena le platicó sobre el diseño y aprovechamiento del espacio. Bebían una cerveza mientras asaban dos tipos de carne, rodajas de cebollas, champiñones, papas, rebanadas de piña.
La carne para hamburguesa, las costillas de cerdo y los vegetales estaban muy buenos, no paraban de conversar. El arquitecto preguntó directamente por la historia de la abuela de su prometida (La morena de rulos). El bronceado contador comenzó a contarle con detalle… (Se escucha la llave en la cerradura.)
Sentada en un tapete, descalza, una taza de te negro tiene toques de canela, jengibre ,leche, endulzado con miel. Velas encendidas a favor de la paz, armonía, salud del mundo entero. El ambiente huele a natillas y galletas de nuez, la mesa junto cómodo sofá, tiene servicio de café o infusiones. Una pecera grande con algunos corales de colores permite apreciar esa tranquilizante vista, espero lo disfrutes. Mientras escucho a Melody Gardot -Baby I’m A Fool- Una de mis cantantes favoritas. Agradezco tu gentil presencia al blog.
Respira profundo. Inhala calma y exhala tranquilidad…


















Fotografías de Elvira González.
Derechos reservados conforme a la ley/ Copyright
Continuará…
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